En los años 70 y los 80, los skaters o aficionados a los patines del sur de California y los artistas callejeros de New York las adoptaron por fundamentos que no poseían que ver con una fácil moda, dado que los dos colectivos practicaban ocupaciones creativas que la ley no solían ver con positivos puntos de vistas, por eso si lo que llevaban puesto, aparte de ser informal e insurrecto y enmarcarles dentro de su tribu urbana, les dejaba esconder su rostro a la policía, buenísimo.